martes, 8 de enero de 2013

Una gallega que se hizo pasar por andaluza


Este título puede llevarnos por varios caminos y quizá el más lógico sería el de ponernos a reflexionar sobre qué es España y las regiones o comunidades autónomas que la conforman. No obstante, la idiosincrasia vasca, catalana, extremeña, canaria, etc, no es el motivo que me lleva hoy a escribir sobre una gallega que se hizo pasar por andaluza en el siglo XIX y que cambió sin trabajo ni complejos la muñeira por el flamenco.



De todos es sabido el peregrinaje de la mujer desde siempre para alcanzar lo que se presupone a cualquier individuo, esto es, el derecho a ser libre y el respeto. Si nos preguntamos qué época histórica hizo más daño al género femenino no hallaríamos consenso; no es justo achacarlo todo a las religiones, machistas prácticamente todas, al oscurantismo de la Edad Media, a la frágil mujer que alentó el Renacimiento o, por poner otro ejemplo, a los romanos donde hasta la costumbre del maquillaje que usaban las damas estaba mal visto. Que las mujeres quisieran resaltar sus ojos o alargar un poco la juventud escandalizaba al propio Juvenal, gran poeta y también gran misógino – todo hay que decirlo–, que se refería a tal costumbre de este modo:
 “Todo se lo permite la mujer[…] Su cara de aspecto repugnante e hinchada ridículamente por un gran emplasto de masa de harina, huele a pomadas de Popea ( Popea fue esposa de Nerón, la inventora de la primera mascarilla facial y también famosa por llevar a todas partes más de trescientas burras para utilizar su leche como hidratante en el baño) […] Pero a este rostro, al que aplica y renueva tantos potingues, que recibe tantas cataplasmas de flor de harina húmeda, ¿cómo lo llamaremos, cara o úlcera?”.
 Reseñar solo el concepto que de la mujer tenían los griegos: Platón y Aristóteles, ya sabéis, decían que no tenían alma, y no pondré las palabras de estos grandes pensadores a los que admiro sinceramente, porque alargaría demasiado el texto y me iría por las ramas de lo que realmente quiero contar, que es la lucha por la supervivencia de una española llamada Agustina, nacida en un pueblecito de Pontevedra el 4 de noviembre de 1868. Dicho así pasa por una de tantas mujeres fuertes e inteligentes que, hasta montando a la amazona, eran excelentes jinetes. Otra cosa es que diga que voy a contaros un poco de la vida de “La bella Otero”. Digo un poco porque muchas cosas que se conocen de su vida fueron inventadas por ella misma, envolviendo de misterio y glamour una vida dura y solitaria.

Datos comprobados son su lugar y fecha de nacimiento, su origen humildísimo, tanto que era hija de una mendiga y a su padre nunca lo conoció, y tenía que compartir su miseria con cuatro hermanos. A los once años sufre una agresión sexual salvaje que le deja una fractura pélvica y múltiples desgarros vaginales; las secuelas psicológicas no las podemos enumerar, aunque pensemos que además, a raíz de la violación, comenzaron a mirarla aún peor y terminó escapando de Puente Valga, su pueblo.


 
Casa natal de la Bella Otero

Ahí comienza a reinventarse, cambia su nombre y adopta el terrible nombre de Carolina, digo terrible porque era el de su hermana mayor difunta. Volvemos a saber de ella cuando cuenta apenas veintiún años y comienza a destacar en los ambientes del París de La belle époque como el Folie-Bergére o el Moulin Rouge y aprovechando el auge del exotismo español se hace flamenca y pasional. El repiqueteo de sus castañuelas y sus sinuosos movimientos hacen que esta mujer incapacitada para tener hijos a raíz de su agresión sexual, se convierta en la española más famosa de su tiempo: se sabe que triunfó en Australia, Egipto, América, Oriente Medio y, por supuesto, en Europa. Y que fue la ciudad de New York la que hizo que su vida brillara con el fulgor de la mejor de las estrellas. Su arte, su belleza y su carisma hicieron que el multimillonario William k. Vanderbilt la convirtiera en su amante y le abriera las puertas de la alta sociedad neoyorkina.



A este nombre famoso vendrían a añadirse otros no menos ilustres y ricos, haciendo que en su lista aparecieran como devotos el emperador Guillermo de Alemania, el príncipe Alberto de Mónaco, Nicolás II de Rusia, Eduardo VII de Inglaterra, por citar algunos nombres de su extensa lista de amantes de sangre azul.

Se cuenta que manejaba a los hombres como marionetas, que los volvía locos y que nunca amó a ninguno. Le pusieron el sobrenombre de la “Sirena de los suicidas” porque hasta su agente artístico, aquel que la lanzara unos años antes al estrellato se suicidó por su indiferencia. En la lista de suicidas comprobados se cuentan más de ocho, todos nobles y aristócratas.

Supo también retirarse a tiempo, lo que es victoria asegurada, y se estableció en un palacete de la costa francesa, concretamente en Niza, rodeada de lujo y aduladores. Sin embargo todos tenemos un talón de Aquiles, y el suyo fue el no saber convivir con la soledad y la terrible necesidad de huir de su propio yo, lo que la llevó a la ludopatía. Se cuenta que llegó a perder en el casino de Montecarlo hasta 700.000 francos de oro en una noche. La ruleta del casino la dejó sin casa, sin aduladores y sin joyas tan importantes como varios collares de diamantes que habían pertenecido a Eugenia de Montijo o a María Antonieta. La ruleta del tiempo la vio morir a los 96 años en una pequeña habitación de un hotel de Niza.



 Prototipo de villa de la Belle Époque 

8 comentarios:

  1. !Que interesante!
    Me encanta que investigues y escribas para que yo, aprenda y disfrute.
    Un besico LUZ

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Son muy bonitos tus comentarios, Luz. Agradecida siempre

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  4. Lo mejor de La Guardiana del Pozo es que tras leer la última entrada, ya estás esperando que con un nuevo interesante tema, desde tu perspectiva y con tu lenguaje crees un maravilloso artículo.
    Gracias por crear esta ilusión.

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    1. Gracias, son muy bonitas tus palabras y me producen una responsabilidad añadida tus expectativas. Agradecería que si alguna entrada no te gustase me lo hicieses saber.
      Un saludo.

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  5. En el pozo de la vida caen retales de genialidad continuamente,pero la guardiana tiene un cubo maravilloso con el que extrae, frecuentemente, joyas muy valiosas; eso hace que el interés sea elevado. Desde hoy admiraré a la Bella Otero, y atodas las "bellas" que luchan día a día por "Ser".
    Navarro

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    1. Gracias, tus comentarios son un estímulo para continuar con este blog. Un saludo

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  6. me encanta lo que escribes, como lo escribes y cuantas cosas sabes. ¡A ver si llega por fin este comentario!

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