viernes, 17 de mayo de 2013

La simbología de la ventana en la Literatura y en el Arte


En junio del 2008 la revista “Diotima de Mantinea” publicó uno de mis ensayos sobre un objeto que desde muy pequeña me ha fascinado: la ventana.
Ahora he vuelto a leerlo porque preparando un artículo sobre la poesía de Carmen Martín Gaite, quise recurrir a él. Las ideas que aparecen en este ensayo siguen dando vueltas en mi cabeza y por eso me gustaría que estuviese en “La Guardiana”.
Espero que paséis un buen rato con él, porque procuré en su día –como sigo haciendo hoy– tener sinceridad conmigo misma y huir de los ensayos demasiado técnicos en los que, ni por carácter y sobre todo porque al fin y al cabo, soy una escritora de ficción, no me encuentro cómoda.




         La simbología de la ventana en la Literatura y en el Arte 
                                              Herminia Pérez Cifuentes




El lector es el poeta, todos somos poetas; la estatua debe desprenderse del torpe bloque de mármol que aloja y empezar a vivir

Pursewarden (Clea. El cuarteto de Alejandría)


Pero de la habitación a que pertenecía esa ventana nada podría decirse con certidum bre, sino que tal vez era una mezcla de muchas habitacio nes, de todas en las que ella se sentó alguna vez a mirar por la ventana. 

Carmen M. Gaite


LAS VENTANAS 

En estas oscuras piezas, donde paso
días agobiantes, voy y vuelvo arriba abajo
para hallar las ventanas. -Cuando se abra
una ventana habrá un consuelo- .
Mas las ventanas no están, o no puedo
encontrarlas. Y mejor quizás que no las halle.
Acaso la luz sea un nuevo tormento.
Quién sabe qué cosas nuevas mostrará.

                                                          Kavafis

“Sin darme cuenta me encerraron fuera del mundo” (Cavafis) 


            Alimentada por los simbolistas franceses, la poesía de Cavafis es exigente, madura, habitada por una refinada cultura grecolatina y una subyacente ironía. Velas encendidas y apagadas que simbolizan el curso de una vida…La sensación de claustrofobia, el aislamiento, la ciudad atrayente y asfixiante, son temas todos que se repiten en Kavafis y cuya motivación y razón no intento analizar ni deseo constatar en este trabajo. Intentaré centrarme en la simbología de la ventana.

             Tuve conocimiento de Kavafis a través de “El cuarteto de Alejandría”. Mi profesora de filosofía de COU me regaló Justine, el primer libro de la serie de Durrell. Es imposible leer ese libro sin simultanearlo con este poeta al que hace continuas referencias a través de Alejandría. A kavafis, no es la ciudad de Alejandría- que tan bien describe en su obra- la que lo encierra, sino cualquier sitio, cualquier ciudad sería para él una cárcel, una habitación sin ventanas, pues la claustrofobia se halla dentro de sí mismo. Y está claro, que de nosotros no podemos, por mucho que lo hayamos intentado, incluso de malos modos, huir. La ventana de Cavafis en este poema es una ventana triste, pues al abrirla siempre ve lo mismo: la ciudad opresora, pequeña y limitada que lo persigue y de la que no puede o no quiere escapar: él mismo.



No hallarás otra tierra ni otro mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad es siempre la misma. Otra no busques -no la hay-
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra. 




            Desde un punto de vista fisiológico cuando hablamos de ventanas pensamos en los sentidos, los cinco sentidos, especialmente la vista, la mayor responsable de que cuando nombramos algo, inmediatamente podamos hacer la abstracción, la imagen mental de lo nombrado. El cristal de la ventana- por hacer un símil- es la córnea, que es transparente si está sana. El iris (bonito nombre para designar a un músculo) alberga un agujero por donde nos entra luz y la imagen: la poética pupila. Es el iris el que se contrae más o menos para dejar pasar más o menos luz. Y, son esas imágenes (siempre luz) las que son bien recibidas por nuestra retina, que como todo lo importante está alojada al fondo, al fondo del ojo. Toda esta luz se envía al cerebro a través del nervio óptico. Es el cristalino, mediador entre la pupila y la retina, que como la mejor lente hasta ahora conocida, ayuda a enfocar para que los rayos de luz lleguen de forma adecuada a la retina. Y, como toda ventana que se precie, el ojo cuenta con visillos o persianas o postigos: nuestros párpados ayudando a la córnea a protegerse de lo demasiado luminoso, incluso cerrando el paso a toda luz.

          La ventana como objeto ha estado cargada siempre de un fuerte simbolismo, así Amos Oz con motivo del Premio Príncipe de Asturias de la Letras 2007, hizo un discurso cuyo título es La mujer de la ventana. Recojo aquí algunos fragmentos: donde, entre otras valiosas ideas, utiliza la ventana como símbolo, más concretamente una ventana por la que asoma una mujer:

            Si adquieres un billete y viajas a otro país, es posible que veas las montañas, los palacios y las plazas, los museos, los paisajes y los enclaves históricos. Si te sonríe la fortuna, quizá tengas la oportunidad de conversar con algunos habitantes del lugar. Luego volverás a casa cargado con un montón de fotografías y de postales.
Pero, si lees una novela, adquieres una entrada a los pasadizos más secretos de otro país y de otro pueblo. La lectura de una novela es una invitación a visitar las casas de otras personas y a conocer sus estancias más íntimas.
Si no eres más que un turista, quizá tengas ocasión de detenerte en una calle, observar una vieja casa del barrio antiguo de la ciudad y ver a una mujer asomada a la ventana. Luego te darás la vuelta y seguirás tu camino.
Pero como lector no sólo observas a la mujer que mira por la ventana, sino que estás con ella, dentro de su habitación, e incluso dentro de su cabeza.
Cuando lees una novela de otro país, se te invita a pasar al salón de otras personas, al cuarto de los niños, al despacho, e incluso al dormitorio. Se te invita a entrar en sus penas secretas, en sus alegrías familiares, en sus sueños.
Y por eso creo en la literatura como puente entre los pueblos. Creo que la curiosidad tiene, de hecho, una dimensión moral. Creo que la capacidad de imaginar al prójimo es un modo de inmunizarse contra el fanatismo. La capacidad de imaginar al prójimo no sólo te convierte en un hombre de negocios más exitoso y en un mejor amante, sino también en una persona más humana.


Y prácticamente termina su discurso diciendo:

La mujer de la ventana puede ser una mujer palestina de Nablus y puede ser una mujer israelí de Tel Aviv. Si desean ayudar a que haya paz entre las dos mujeres de las dos ventanas, les conviene leer más acerca de ellas. Lean novelas, queridos amigos, aprenderán mucho.

Las ventanas sólo son útiles si son transparentes y las abrimos, bien para mirar hacia dentro o hacia fuera. Mirando a través de ellas, abriéndolas para que nos inunden los sonidos y aromas de la calle podremos ir creciendo. Una ventana cerrada sirve para observar el mundo a través de los cristales pero no para conectarnos con él. Una ventana abierta te deja percibirlo pero seguimos estando en esa habitación solitaria y vacía a no ser que también la utilicemos para escapar, para salir al exterior. Pero me pregunto yo ¿Porqué utilizar una ventana? Lógicamente cuando queremos salir o entrar utilizamos puertas. Salir o entrar por una ventana es romper los moldes establecidos, es saltarnos las normas. La ventana en poesía es posibilidad. Esta idea que simboliza la ventana se conjuga perfectamente con la comprensión de códigos sociales que no podemos desatender: para la conciencia colectiva “el entrar o salir por la ventana” es un acto delictuoso, reñido absolutamente con las normas establecidas por la sociedad. Es, en el fondo, entrar o salir de mala manera. 

Según palabras de Iñaki Torre la ventana es metáfora infantil de la curiosidad, fuente de inspiración para músicos, fotógrafos, pintores, novelistas, abre una brecha redentora, es el punto de partida para viajes al futuro o ensoñaciones al pasado; atalaya doméstica. Martín Gaite decía que la ventana es el punto de referencia de que dispone (la mujer) para soñar desde dentro el mundo que bulle fuera. 

            La ventana para salir, para renovar el aire, para escapar o entrar en sitios poco convencionales; la ventana para huir del encorsetamiento, de la asfixia, aunque nos sintamos un poquito transgresores, un poquito culpables por la moral impuesta. El exterior arroja sin cesar reclamos que invitan a abandonar la casa y salir a la calle, donde se desarrolla una vida más verdadera y estimulante:”el ruido” y el bullicio” atraen con sus cantos de sirena a la voz lírica, y lejos de ser molestos o perturbadores resultan provocadores y de indudable atractivo.

Todo esto me lleva a otra reflexión, porque… ¿Qué buscamos tras la ventana?, y en el caso de tener la respuesta ¿Encontramos lo que buscamos o nos sentimos, en cambio, defraudados? Quizás una vez abiertas las ventanas y traspasado su ámbito y recorridos los caminos que nos muestran, debamos volver a la habitación, cerrarlas, sentarnos y analizar, reflexionar qué nos hizo salir de ella. Tal vez así podamos comprender y aceptar nuestro cuarto, ahora ya iluminado y con el aire fresco, renovado, del exterior. La protagonista de un poema de Martín Gaite “Todo es un cuento roto en Nueva York” vaga por esas gigantescas avenidas que son verdaderos ríos humanos en las horas punta; con sus prisas y sus miradas al frente que nada expresan. Intenta buscar personas pero no encuentra nadie con quien hermanarse. Así, termina en un museo contemplando un cuadro. ¿Por qué? El poema nos da la respuesta:

Cansada de rodar,
de soñar apariencias,
de debatirse en vano
ensayando posturas de defensa o de ataque,
de convertirse en otra,
esa mujer perdida por Manhattan
se ha escondido en un cuadro de Edward Hopper,
se ha sentado en la cama de una pensión anónima
y ya no espera nada.





Dice Torre:

            Por la vía del arte (de la pintura en este caso, pero es fácil trasladar este ejemplo pictórico al terreno de la literatura), hemos accedido a una tercera dimensión, la de la metaficción: la ventana, que luego ha sido espejo, es ahora un cuadro, y en él hallamos pintada una ventana, casi más real que las auténticas ventanas. La pintura es otra ventana por la que asomarnos a la vida, y esa mujer desconocida que deambulaba por las calles neoyorquinas en busca de un espejo, ha acabado por encontrarlo en la imagen de un cuadro. En él se nos pinta a otra mujer en un espacio interior ajeno (la pensión anónima) que trata de no escapar por el hueco de la ventana, hacia la que dirige el vuelo creador de su mirada. Ese es el destino de la nueva mujer ventanera: aprender a habitar la soledad y a ponerla de su parte, exprimir su jugo en beneficio de una imagen de sí misma cada vez más despojada de tópicos, mitos y falsos espejos.          

No es paradójico que la mujer que ansiaba salir por la ventana se encuentre a sí misma en un cuadro. No es contradictorio, simplemente ha crecido como persona, ha madurado. Porque a la poesía, a la literatura, al arte en general- y es mi opinión- no hay que ir a buscar la verdad, ni respuestas, sólo preguntas. La magia de la ventana radica en unir lo banal con lo maravilloso; y su peligro, en no saber cuando abrirla o cerrarla.; cuándo su espacio físico aborda lo real y cuando la ficción. Una ventana ya en si misma es una narración visual, un relato por escribir lleno de historias metidas en recuadros .A través de ella se viaja al País de Nunca Jamás para encontrar a Morfeo hablando con Baudelaire. No hay que tener miedo a mirar, a salir al exterior ni a viajar al interior de nosotros mismos. Siempre, de manera sutil, espectadores o protagonistas, aprenderemos de ese viaje. Es el espejo, dimensión de la ventana, metaficción, entendido como continuo soliloquio, repetitivo, duradero, el que puede llegar a resultar obsesivo si se continua en el tiempo mas allá de lo atinado. Un espejo, a fuerza de traernos múltiples imágenes de nosotros mismos, que al fin y al cabo, somos uno, terminará empobreciéndonos. Narciso entrará por la ventana para alentar a esa solitaria y triste figura, melancólica, que ausente del mundo y de la vida, se dedica a meditar sobre ambas sin haber experimentado ninguna. ¿Cómo amar lo que no conocemos? Para qué queremos la ventana si no estamos dispuestos a ejercer de mirones.

            La ventana es símbolo de apertura, de vivir sin prisas deteniéndose a ser espectador de lo que te ofrece. Es tan fuerte y claro el simbolismo de la ventana que si hablamos de abrirla todos lo interpretamos como una mirada a la esperanza, al futuro, aunque sea para recordar el pasado. Se identifica con felicidad de inmediato, independientemente de lo que luego veamos a través de ella. Una ventana bañada de sol y atestada de geranios rojos nos indicará una gran alegría sin tener que decir mucho más porque por una ventana siempre entra o sale energía, y nos conecta con el exterior haciéndonos salir de nosotros mismos y, al mirar así, un poco más lejos, nos relaja la vista. Pero es a la vez la que une nuestro consciente con nuestro subconsciente y nos hace receptivos a los conocimientos. La ventana también se ha utilizado para designar la unión de una mente con otra. Es el vaso comunicante entre dos seres .Es el camino, la arteria a través de la que fluye, a presión, el contenido de la mente con más carga (positiva o negativa) hacia la mente más laxa. Escribió Oscar Wilde en algún lugar que el peor crimen era la falta de imaginación. Pues eso no pasará mientras las ventanas nos lleven, bien a las experiencias propias o a las de otros, que ya abrieron o cruzaron o vivieron interiormente las suyas. Velázquez entendía bien de esto. Todos nos acordamos de esas ventanas-espejos que tanto utilizó, donde esa Venus sinuosa de espaldas al espectador muestra una cara vulgar, nada divina, reflejada en el espejo, ventana de la realidad. Velázquez hace repetir a ese espejo la imagen que no era posible en el cuadro (cf. Las cabezas de los reyes en “Las meninas), pero insuflándole una significación conceptista. Nos demuestra así que ese espejo es una ventana que recoge una recreación de lo que se percibe, un pensamiento que sale al exterior, no un reflejo muerto de la realidad.




            En mi opinión, Friedrich es uno de los pintores que mejor ha sabido plasmar la simbología de la ventana, por eso he querido recoger aquí el comentario de este cuadro que a mí me hechiza:

            Ya había tratado este motivo en sus sepias de 1805 sobre la ventana de su estudio, pero desde una perspectiva completamente diferente. La iconografía de este género procede del Renacimiento, en especial de los pintores flamencos y toscanos, y también del alemán Durero. Sin embargo, este óleo está más vinculado a los pintores holandeses de género del siglo XVII, en particular Vermeer de Delft y sus apacibles interiores burgueses con mujeres pensativas frente a la ventana. Con todo, esta obra tiene poco de costumbrista, sino que expresa una fuerte carga simbólica a través de su cuidada composición geométrica. Dicha composición se basa en un estricto entrecruzamiento de horizontales y verticales, señalado en la cruz simbólica que forma la parte superior de la ventana. Las líneas de las tablas del suelo acentúan la aproximación visual hacia el plano de la ventana y el exterior. Incluso los frascos del alféizar y los álamos del otro lado obedecen a este esquema de ángulos rectos. El vestido de Caroline acentúa este movimiento hacia el exterior, sostenido por la gradación de colores, desde lo más oscuro, la habitación, hasta lo más luminoso, el cielo. La simbología es también clara. El sombrío interior representa el mundo terreno, el mundo de los vivos. La ventana, como las puertas, es el ámbito de relación de ese mundo terreno con el celestial. Las barcas reflejan dicho tránsito. La mujer contempla el otro mundo, el celestial, bajo el que se alzan los álamos, símbolo de las fuerzas regresivas de la naturaleza, recuerdan el pasado. Sin embargo, esta obra se halla muy alejada del concepto, demasiado francés para Friedrich, de lo "trágico"; más bien se sirve de lo "pintoresco" para transmitir su mensaje estético y alegórico. El tema volverá a ser tratado de forma muy similar por Dalí, en esa conexión peculiar de los gustos del vanguardismo surrealista con Friedrich. (1)

            La ventana nos lleva al alma, nos hace volar más allá del pasado y del futuro hacia un no espacio- tiempo que es la espiritualidad (alma y espíritu entendidos en su acepción más amplia, dependiendo de las creencias de cada uno). Y cuando viajamos de esta manera siempre vamos solos, como cuando en la escuela parecíamos quedarnos en la inopia, siempre justo con los ojos puestos en una ventana. El maestro iba desapareciendo hasta hacerse murmullo y nuestra mente volaba, no a través de la pizarra o del pupitre del compañero, sino a través siempre de la ventana. Así desde niños, nos hemos escapado por ella hacia ese mundo lleno de ruidos o de calma, de coches y trenes o de rosas y agua que persistentemente encontrábamos repiqueteando en sus cristales. Y ahora, es por la ventana por la que miras para ver esa otra ventana de tu escuela, ese patio y esas canciones cantadas a coro que en forma de eco te llevan, te traen y te mecen.
            Nos lo describe Martín Gaite cuando dice: 
            (…) y lo que hacía no era propiamente escribir, sino mover los dedos con gestos muy precisos para que la luz incidiera de una forma determinada en un espejito como de juguete que tenía en la mano y cuyos reflejos ella recogía desde una ventana que había enfren te, al otro lado del río. 

Se une con la madre que no habita ni el pasado ni el futuro sino en otra dimensión que existe más allá del horizonte. 

            La ventana es lo más parecido al cine, a la fotografía. El poeta, el artista en general, la utiliza para atrapar instantes, situaciones, sensaciones y provocar emotividad en nosotros. Y eso es justo lo que hace Cavafis: no encuentra las ventanas de la habitación; necesita urgentemente un cambio de aires, incluso un viaje, porque se ahoga en su vida actual. Pero a la vez teme el paisaje que le mostrará. En esa ventana tan temida y buscada cabe todo: dolor, temor a lo desconocido, a lo diferente, a mostrarse como es, pero también la necesita porque tras la ventana está el amor, la amistad, la pasión y los deseos. En esa especie de locura en la que se encuentra sabe, sin embargo, que tendrá que encontrar una salida. , porque lo heroico es abrir la ventana, salir, ver y vivir a pesar de las dificultades que nos encontremos dentro y fuera de nosotros mismos. Y porque, como creativo, no le quedará otra opción que el comunicar. El concepto de viaje queda también claro en Carmen Martín Gaite cuando hablándonos de su madre dice:
            Estaba mucho más allá, en ese más allá ilocalizable adon de precisamente ponen proa los ojos de todas las mujeres del mundo cuando miran por una ventana y la convierten en punto de embarque, en andén, en alfombra mágica desde donde se hacen invisibles para fugarse. Es el vuelo de la mente, el viaje al que toda ventana es capaz de llevarnos a poco que sepamos mirar a través de ella. No es precisamente para Martín Gaite mirar por la ventana mirar la vida pasar sino, ir en busca de ella. No vive más el que más veces sale al espacio abierto sino el que, utilizando la ventana, la imaginación, siente intensamente.
            Es imposible vivir sin ventanas, todas son hermosas, las que nos llevan hacia nosotros mismos y las que nos llevan al exterior. Hemos visto aquí muchas y también muchas se han quedado fuera, pero creo que juntos hemos entendido la necesidad del ser humano de construir una propia para no sentirse solo. Da igual que se mire con los ojos abiertos o cerrados, que lloremos o riamos asomados a ella, pues lo esencial es que siempre nos llevará hacia el infinito para encontrar otros mundos posibles.

                                           


           Pero de la habitación a que pertenecía esa ventana nada podría decirse con certidum bre, sino que tal vez era una mezcla de muchas habitacio nes, de todas en las que ella se sentó alguna vez a mirar por la ventana.
                                                     Carmen M. Gaite 

                                                                                                                          
                                                                                                                             Herminia Pérez Cifuentes


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Bibliografía.-

Cirlot, Juan Eduardo. “Diccionario de los Símbolos”. Barcelona. Ed. Labor 1969. Pg. 388

Torre Fica, Iñaki. “La mujer ventanera en la poesía de Carmen Martín Gaite”.

Aute, Luis Eduardo.” Un perro llamado dolor”. Ed .Ellago Ediciones, 2002

Domínguez Ortiz, Antonio. Alfonso E. Pérez Sanchez.Julián Gállego."Velázquez". Ministerio de Cultura.

Nicholl, Charles.”Leonardo. El vuelo de la mente” Ed. Taurus. 2005

Guerrero Solier, Eloisa. “El interlocutor en la obra de Martín Gaite.”

Durrell, Lawrence. “El cuarteto de Alejandría”. Edhasa, 1983.

Martín Gaite. Carmen.” Desde la ventana.” Ed. Espasa-Calpe. Madrid, 1989

Liddell Robert.” Kavafis. Una biografía”. Ed. Paidos

Oz, Amos. Discurso Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2007. (1)

http://www.artehistoriajcyl.es/genios/cuadros/6232.htm.





© Herminia Pérez Cifuentes

© Revista DIOTIMA DE MANTINEA Revista de Lectura y creación. ISSN: 1698 - 2622

 10 de junio de 2008.

2 comentarios:

  1. Herminia, buenos dias, magnifica entrada,
    me lo llevo impreso para saborearlo mas despacio y que me acompañe éste Lunes.
    Saludos, Teresa C.

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  2. Me ha encantado, asomarme a todas las ventanas que has ido montrándonos y, sentir el rumor de tantos corazones que, esperanzados o angustiados, aceptamos su invitación a transitar por otros espacios poblados - tambien -, por corazones que desean lo mismo que nosotros: encontrar respuestas..
    Gracias Herminia.Tu tambien eres ventana...
    Catalina.

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