jueves, 21 de marzo de 2013

El Teatro a la Moda





En el año 1637 abrió en Venecia el Teatro San Cassiano, el primer teatro de ópera abierto a cualquier persona que pagase una entrada. Esto desligó a la ópera del patrocinio de la aristocracia, a la que había estado ligada desde las primeras óperas, a finales del siglo XVI. Esto produjo una serie de cambios en el espectáculo: de la noche a la mañana se pasó de una elitista “fabola in música” como eran denominadas al principio, ideadas como un resurgimiento de la tragedia griega, a un espectáculo comercial, de masas, donde la gente acudía con sus meriendas, gritaban enloquecidos ante sus estrellas, se revolcaban con sus amantes en sus palcos, los castrati eran erigidos héroes a nivel europeo. Los argumentos mitológicos pasan a convertirse en atractivas historias en las que no faltan las intrigas amorosas, héroes de guerra, tempestades, unido todo esto a un gran virtuosismo vocal hacían las delicias del público de la época.
La popularización de la ópera fue vista por las clases más altas como una vulgarización del espectáculo. En efecto, al menos el ambiente del teatro difería mucho del palacio o las academias y muchos compositores mediocres subieron a la fama. Sin embargo, compositores y empresarios de ópera como Vivaldi o Händel hicieron del teatro su principal medio de vida y sus óperas son obras maestras.

El Teatro alla Moda, escrito por Benedetto Marcello en 1720 es una sátira mordaz contra el mundo de la ópera en Venecia, donde constituía un lucrativo entramado de músicos, escritores, empresarios, obreros, etc. donde todos competían por sus intereses. Su autor fue, desde su juventud un apasionado de la música, estudiando con el gran compositor Francesco Gasparini, uno de los pocos que se libraría de sus críticas. Sin embargo, la profesión de compositor era vista como una deshonra para una persona de su clase. Él era un patricio veneciano que estudió Derecho, formó parte del Consejo de los Cuarenta, el gobierno central de Venecia y llegó a ser Camarlengo de Brescia.
No es de extrañar que una persona con su educación y acostumbrado al refinamiento de las óperas privadas se escandalizase con el mundo de la ópera comercial. Sin embargo, lejos de ser una crítica clasista, su inteligente humor llega a tópicos que, por su universalidad, siguen estando de plena actualidad. Solo tenemos que trasladarlo a nuestros cines, estrellas de Pop, cantantes folklóricas, etc.  

Aquí os dejo con una selección de pasajes del libro:

A los poetas:
En primer lugar no deberá el poeta moderno haber leído ni leer nunca a los autores antiguos latinos o griegos, pues tampoco los antiguos griegos o latinos han leído nunca a los modernos. Tampoco deberá profesar conocimiento alguno de la métrica y del verso italianos excepto alguna idea superficial de que el verso se forma con siete u once sílabas, regla con la que podrá luego componerlos a capricho con tres, cinco, nueve… también 15. Escribirá toda la ópera sin formalizar ninguna escena de la misma, sino que la compondrá verso por verso para que, al no entender el publicó nada de la trama, mantenga la curiosidad hasta el final. Procure sobre todo el buen poeta moderno que a menudo estén presentes sin razón todos los personajes, los cuales deberán ir retirándose luego uno a uno tras haber cantado la acostumbrada canzonetta.

A los instrumentistas:
Deberá el virtuoso del violín en primer lugar, afeitar bien la barba, cortar cabellos, peinar pelucas y componer música. Habrá aprendido el oficio tocando al principio bailes sobre números, sin ir nunca tiempo ni tener unos buenos golpes de arco, aunque sí un gran dominio del mástil. En la orquesta, nunca prestará atención al maestro de capilla o al primer violín, tocando con el arco solamente desde la mitad hacia arriba, siempre fuerte y con variaciones a capricho. Cuando tiene el violín acompañe arias a solo acelerará siempre el tiempo, no se juntará nunca con el cantante y al final hará una cadencia larguísima que llevará consigo ya preparada con arpegios, motivos en más cuerdas, etcétera, etcétera. Los violines deben afinar todos juntos, sin escuchar lo más mínimo a claves o contrabajos, etcétera. De muchas de las anteriormente dichas recomendaciones podrán servirse también los virtuosos de viola. El virtuoso del violonchelo comprenderá solamente la clave de tenor y la de bajo, nunca levantara la vista hacia la partitura, sabrá leer poco, no debiéndose acomodar nunca ni a las notas ni a las palabras del cantante. Oboes, flautas, fagotes, etc. estarán siempre desafinados.

A los compositores:
No deberá el moderno compositor de música poseer conocimiento alguno de las reglas de la buena composición, excepto algún principio de práctica universal. No entenderá las proporciones musicales numéricas ni el óptimo efecto de los movimientos contrarios ni la mala relación de los tritonos y los intervalos aumentados. No sabrá cuáles y cuántos son los modos o tonos,  ni cómo se dividen, ni las propiedades de los mismos. Al contrario, dirá que sólo existen dos modos: mayor y menor. A tal efecto, por tanto sabrá leer poco, aún menos escribir. En  consecuencia no entenderá la lengua latina por más que deba componer para la iglesia, donde podrá introducir zarabandas, gigas, correntes, etc. A las que llamará luego fugas, cánones, contrapuntos dobles, etc. Por lo demás, el maestro de capilla moderno dirá que él compone cosas con poco estudio y con muchos errores para satisfacer a la audiencia. Evitará después leer la ópera entera para no confundirse, sino que la compondrá verso por verso, procurando también cambiar de inmediato todas las arias, sirviéndose en las mismas de motivos ya preparados durante el año; y si las palabras nuevas de dichas arias no casaran tan felizmente con las notas, lo cual en general suele ocurrir, atormentará de nuevo al poeta hasta quedar completamente satisfecho.

Servirá al empresario a bajísimo precio, considerando los muchos miles de escudos que le cuestan los virtuosos de la ópera, por lo que se contentará con una paga inferior al más ínfimo de aquellos, siempre que no resulte agraviado en comparación con la del oso los comparsas. Todas las canzonette deberán estar formadas de las mismas cosas, esto es, de adornos larguísimos, de síncopas, de semitonos, de alteraciones de sílabas, de repeticiones de palabras que no significan nada, por ejemplo: amor, amor, imperio, imperio, Europa, Europa, furores, furores, orgullo, orgullo, etc, etc, etc. Por eso el compositor moderno, cuando compone la ópera, siempre deberá tener ante sus ojos una nota o inventario de todas las cosas antedichas, sin alguna de las cuales no terminará nunca ningún arietta, y eso para huir todo lo posible de la variedad, que ya no está en uso. Procure el compositor moderno, si impartiere lecciones a alguna virtuosa de la ópera, exhortarla a pronunciar mal, y con tal objeto, enseñarle una cantidad de desaires y adornos para que no se entienda palabra alguna, y de tal manera llame la atención y se entienda mejor la música.



A los cantantes:
No deberá el virtuoso moderno haber solfeado ni solfear nunca para no correr el peligro de colocar la voz, afinar correctamente, ir a tiempo, etc. Ya que tales cosas son ajenas por completo a la moderna costumbre. No es muy necesario que el virtuoso moderno sepa leer o escribir, que pronuncie bien las vocales, que exprese las consonantes simples o dobles, que entienda el sentimiento de las palabras, sino mejor que confunda sentidos, letras, sílabas, etc. Para realizar adornos de buen gusto. Trinos, apoyaturas, cadencias larguísimas, etc. Si puede habituarse a decir que está mal de voz, que no canta nunca, que lo atormentan la fluxión, el dolor de cabeza, de dientes, de estómago, sería propio de un buen virtuoso moderno.  Cantará en el teatro con la boca entreabierta, con los dientes apretados… en suma: hará lo posible por que no se entienda una sola palabra de lo que dice, procurando en los recitativos no pararse ni en los puntos ni en las comas. Al estar en el escenario con otro personaje, mientras éste hable con él por exigencias del drama, o cante un arietta, saludará a las máscaras en los palcos, sonreirá a los instrumentistas, comparsas, etc. Para que el público realmente entienda que él es el señor Alipio Forconi, cantante,  y no el príncipe Zoroastro al que representa.


Mientras se toca el ritornello de las arias, el virtuoso se retirará al fondo del escenario, tomará tabaco, dirá a los amigos que está mal de voz, que está resfriado, etc.
En el Da Capo cambiará todo el aria a su modo, y aunque el cambio no tenga nada que ver con el bajo, los violines, y convenga alterar el tiempo, nada de esto importa dado que, como se ha dicho arriba, el compositor de música ya está resignado.
Si el virtuoso moderno se paseara con algún gran literato no le cederá nunca el paso, considerando que la mayoría de los hombres consideran virtuoso al cantante, y hombre común al literato. Además, persuadirá al literato, filósofo, poeta, matemático, médico, orador, etc. Para que quiera ser cantante, haciéndole ver seriamente que a los cantantes, además de la gran dignidad en que se les tiene, no les falta nunca el dinero, mientras que los literatos por regla general se mueren de hambre.
Si se equivocara en un aria más de una vez o si no recibiese aplauso, dirá que no es un aria para el teatro, que no se puede cantar, etc. Pretendiendo que se cambie diciendo que en el teatro son los cantantes, y no el maestro de capilla, quienes han de comparecer.

Buscará un protector particular y asiduo, y este se llamará señor Proclo. Faltará a muchos ensayos, mandando en su lugar a la señora madre a presentar disculpas. Siempre se quejará la virtuosa del vestido de ópera diciendo que es pobre, que no está a la moda, que lo han llevado otras, obligando al señor Proclo a que se lo rehaga, mandándolo una y otra vez al sastre, zapatero, peluquero, etc.




Como una nave entre las olas,
Tus pensamientos se confunden,
No temas, tu timonel
Te mostrará el camino.

En la tempestad, mi amor
Será toda la seguridad que necesitas,
Será tu guía, tu estrella,
Y tu buen puerto.


Come nave in mezzo all'onde
Si confonde il tuo pensiero;
Non temer che il buon nocchiero
Il cammin t'insegnerà.

Basterà per tuo conforto
L'amor mio nella procella;
La tua guida, la tua stella,
Il tuo porto egli sarà.




A los empresarios:
No deberá el empresario de teatro moderno poseer noticia alguna de las cosas pertenecientes al teatro, ni entender en absoluto de música, poesía, pintura, etc. Contratará músicos de poca monta, chicas nunca oídas, procurando que sean más hermosas que virtuosas para que abunden los protectores. De ser interrogado sobre su compañía, dirá que se trata de una compañía unida, que no hay ningún elemento malo, que hay una chica que hace papeles masculinos que promete causar sensación, un nuevo oso, rayos, truenos,  tempestades, etc. Si surgiera algún problema con los virtuosos en los pagos, el empresario exigirá un resarcimiento con motivo de desafinaciones, actuación parca, resfriados, etc.

Ingenieros y pintores de escena:
Los ingenieros de los decorados contenderán para servir a los empresarios a precio baratísimo, procurando conseguir la concesión de todas las óperas. Luego las cederán por dos tercios menos a pintores ordinarios para que estos se aprovechen a su vez del trabajo de otros en otros dos tercios.

A los sastres:
Terminarán los trajes justamente durante la sinfonía (obertura) de la ópera, y eso porque de entregarlos a tiempo a los virtuosos convendría rehacerlos más de una vez.




A los comparsas:
Los comparsas se vestirán siempre con la ropa del compañero y no obedecerán nunca a su director, jefe de escena o apuntador. Chocarán entre las escenas contra virtuosos y virtuosas. Al llevar al escenario mesitas, sillas, canapés, escalones para trono, etc. colocarán cada cosa al revés.

A los carpinteros:
Los carpinteros y los cerrajeros, antes de trabajar en el teatro se llevarán todas las puertas, bancos, cerraduras, cadenas de palco, etc. para arreglar cada cosa, y sólo volverán a ponerlas cuando se les envíe la habitual propina, procurando en particular en el estreno, martillear desde la sinfonía y seguir durante todo el primer acto.

Las madres de las virtuosas:
Las madres de las virtuosas irán siempre con ellas, pero se quedarán a parte como gesto de cortesía cuando las hijas estén en compañía de protectores. Interrogadas sobre la edad de la virtuosa le bajarán por lo menos diez años. Durante los ensayos, deberá la señora madre en general, al empezar el ritornello de las arias de la hijita, marcar con la mano el tempo a la orquesta, y mientras la virtuosa canta la acompañará con la cabeza, con los ojos, con el pie, moverá junto con ella la boca y siempre le lanzará al final el acostumbrado “¡Viva!”.
Si alguna virtuosa fuera aplaudida más que la suya se peleará el con su madre en el palco diciéndole bruscamente:

–Apártese un poco, señora… Juliana, que está ocupando todo el sitio porque su hija tiene muchos aplausos. Pero ya sabe cómo van estas cosas: la mía no tiene ni doblones ni cajas de plata para regalar al maestro de capilla ni al poeta, y por eso ha tenido un papel tan infame.”– Por lo que contestará la otra:

–No sé de doblones ni de cajas, pero sé que mi hija hace su papel muy bien y no regala nada al poeta ni al maestro de capilla, mi querida señora Sabatina, ¿sabe qué pasa? Si quieren los aplausos hay que tener voz firme, pronunciación clara, hay que saber afinar los semitonos y los saltos de voz que se hacen ahora, ir a tiempo, actuar bien, no reírse en el escenario ni charlar.
 Replicará la otra:
–Mi hija no necesita ciertas advertencias, ya que cantaba y tocaba improvisando antes de que a usted se le ocurriese enseñárselo a la suya.


Descripción de los artículos de la rifa, que se aconseja que sea organizada por las madres de las virtuosas en las tardes que no hay actuación:

El bubión, el tambor, la guirnalda de cola adornados con semicorcheas al por mayor y al detalle, un traje entero de poeta moderno con cáscara de árbol color de fiebre forrado con metáforas, traducciones, hipérboles, etc. con botonera de viejos argumentos rehechos forrado de versos de varias medidas y acompañado con una espada con mango de piel de oso. Un reloj para medir los pasajes, cadencias y saltos de las virtuosas con el dedo de los protectores indicando el tiempo. Un microscopio que muestra las inquietudes, inexperiencias, pasiones, promesas vanas, desesperaciones, esperanzas frustradas, óperas arrumbadas, provisiones para todo el año, teatros vacíos, barcos cargados, quiebras de empresarios, atadas con flor de astucia.
Varios aplausos de todos los virtuosos de uno y otro sexo, empresarios, sastres, pajes, comparsas, protectores y madres de virtuosas regalados al Teatro a la Moda, con sus cóleras, desasosiegos y exageraciones incluidas; la pluma que ha escrito el Teatro a la Moda. 


A pesar de todo esto, el teatro no dejaba de ser un sitio donde la gente acudía a emocionarse, a llorar y a reír, a odiar y a amar, a rebelarse contra las injusticias y a resignarse ante la muerte; y fue en la ciudad de los canales donde por primera vez las clases populares tuvieron acceso a este espectáculo mágico que es la ópera.


Jamás sombra
de la naturaleza
fue más suave,
querida y amable.

Ombra mai fu
di vegetabile
cara ed amabile
soave più.

2 comentarios:

  1. Ignacio Piñol Vallejo24 de marzo de 2013, 14:05

    Me ha resultado muy interesante y también me he divertido con la sátira de Benedetto Marcelo. Me gustaría saber dónde puedo encontrar el libro. Gracias por mantener un blog con entradas de esta calidad.

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  2. Gracias por tu comentario, Ignacio. Lo puedes encargar en las librerías o pedirlo por Internet (yo lo compré a través de La Casa del Libro). Es de Alianza Editorial, traducción de Stefano Russomano ¡Me alegro de que te guste!

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