¿Qué sucedería hoy con un príncipe, conde, sobrino de San
Carlos Borromeo, sobrino del Papa,
casado con su prima, hija del marqués de
Pescara, una de las mujeres más hermosas de su tiempo que la asesinase a ella y a su amante? Bueno, seguro
que hay, visto los tiempos que corren, múltiples respuestas, pero yo os voy a
contar lo que sucedió con Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa y conde de Conza(
Nápoles, h 1560 – ib. , 1613).
Carlo Gesualdo encarna el prototipo de artista brillante, digno
de la mejor novela negra y que ha inspirado desde una ópera basada en su vida
en 1995 a Schnittke, una novela a Anatole France, una ópera a Franz Hummel o un
cuento a Cortazar. Por no hablar de Anna Calvi, Franco Battiato y se comenta
que Bertolucci planea hacer una película sobre la vida y música de este hombre
del Renacimiento que fue “convenientemente” olvidado porque parecía incongruente
que una obra tan hermosa pudiera estar manchada de crimen, corrupción,
desintegración personal e incoherencia vital. Es un personaje que deja a la luz
del día la unión entre Maldad y Bondad, Equilibrio y Desmesura o Corrupción y Belleza. En fin,
todos los reversos de la moneda que encontramos en la vida misma. Este
asesinato en el Renacimiento se contemplaba como una defensa frente a la
agresión de los otros. –me viene a la memoria la figura de Cesar Borgia, otro
príncipe de la época–. Y bajo este prisma se ha justificado la guerra, el dominio
de unos pueblos sobre otros y el mandato del fuerte sobre el débil hasta disculpar
casos de extrema crueldad.
El arte está plagado de historias épicas y bellas imágenes de guerra, destrucción y muerte. Todos los pueblos han convivido con dioses buenos y malos, dioses del amor y la guerra. No hay mas que revisar la mitología persa, la egipcia, la china o la griega entre otras, donde los dioses encarnan todas las pasiones humanas. El dualismo entre las tinieblas y la luz ha sido acicate y generador de creatividad en el arte y hasta en la vida. Nadie puede negar que se necesita ser creativo para convertirse en un asesino en serie, un estratega de los negocios o de la guerra o en el dirigente de una gran potencia. La literatura nos muestra el mundo de los sadomasoquistas, los asesinos, los maltratadores, dejándonos personajes por los que sentimos el mismo grado de atracción que de rechazo. Así tenemos el Frankenstein de Mary W. Shelley, El monje de Mattew Lewis, Drácula o Mr Hyde, solo por citar algunos.
En la noche del 16 de octubre de 1590, un hombre recorre los
pasillos de su palacio con un manojo de
llaves, copias que él mismo había encargado temiendo encontrar alguna puerta
cerrada. Lleva dos años casado con su
prima María de Avalos y ha descubierto
que ella está enamorada de Fabrizio Carafa, Duque de Andria. A pesar de los
esfuerzos de los amantes por mantener el secreto, al final ha llegado a oídos de Carlo. Astutamente ha
hecho correr la voz de que estaba lejos en una cacería, sin embargo, en el Palazzo San Severo de Nápoles se oye su
aliento agitado mientras, por la casi
desierta mansión, con el solo ruido de las puertas que se abren y se cierran a su paso, y con la fiebre de la
venganza en los ojos, no le importa la oscuridad que le rodea. Lleva una sola vela que alarga su figura y lo hace aún
más temible. Los sorprende infraganti y apuñala numerosas veces a María
mientras grita: ”Aún no ha muerto! Aún no ha muerto! Los asesina con un
ensañamiento y crueldad que hasta para
la época va a ser escandalosa: deja sus cuerpos mutilados, desnuda ella y con el camisón de su amante a Fabrizio, ensangrentados,
enfrente del palacio para que todos puedan verlos. Dos criados de su confianza le ayudan en tan
bárbaro acto. Se siente victorioso y si se refugia en su castillo- fortaleza de
la villa de Gesualdo. No lo hace para huir de la justicia, –según el Derecho de
la época los asesinatos estaban justificados por las circunstancias–, sino por
buen gusto, para no exacerbar los ánimos de los familiares de los asesinados.
Así que Gesualdo se marcha, según las crónicas, por cortesía y pundonor. El
caso se archiva al día siguiente, “por orden del preboste por cuanto la
notoriedad de la causa justa de la cual fue afrentado don Carlo Gesualdo,
Príncipe de Venosa para castigar a su mujer y al duque de Andria”.
Es muy interesante ver la relación entre su música y los textos,
unos suyos y otros de Torquato Tasso, al que conoció en Ferrara donde fue tras
su doble crimen. Llama la atención por
sus disonancias y las armonías tan expresivas, lo que nos hace intuir ya la
música barroca. Posiblemente porque cultivó el arte de la música para su propio
placer (pocos eran los que en el Renacimiento podían hacerlo) pudo modernizar el lenguaje armónico, brillando con originales
innovaciones formales y llenando sus composiciones de un cromatismo extremo.
Igor Stravinsky dijo de su música: “esto
es cromatismo y no las chapuzas de ese torpe de Wagner”. Su catálogo nos ha llegado incompleto, aunque
se sabe que no fue un autor prolífero: Entre 1594 y 1611 escribió cinco libros
de Madrigales, dos libros de Canciones Sacras en 1603, Responso de la Oscuridad
para Semana Santa y cuatro motetes a María. Sus estrechas relaciones con la
Iglesia hicieron que su obra no sufriese los recortes de la censura y que, dado
lo marcado de su personalidad, tampoco se dejase influir demasiado por la época,
por lo que su obra nos parece al escucharla que fluyese libre por caminos
intensos y oscuros.
Gesualdo comenzó a frecuentar el palacio-residencia de los D'Este,
una familia principesca de Ferrara y uno de los centros musicales más
experimentales de Italia, donde conoció a Leonora D'Este, sobrina del duque de
dicho nombre. Ese periodo fue uno de los más creativos del autor manierista. Allí
vio la luz el famoso “Concerto delle donne”, pensado para tres famosas
cantantes italianas e ideó muchos de sus madrigales exclusivamente para su
deleite. Al volver casado con Leonora a su castillo se volcó de manera obsesiva
en la composición dando rienda suelta a su gran creatividad. Los expertos
aseguran que sus composiciones intensamente cromáticas fueron compuestas en
este periodo.
No ha de
extrañarnos que la relación con su segunda esposa también fuese mala. Esta
mujer, victima de una refinada y perversa mente, lo acusó de abusos(los cuales,
como es de esperar, han llegado imprecisos). Lo que sí sabemos es que la
poderosa familia dÉste intentó conseguir el divorcio del príncipe y Leonora sin
conseguirlo y que, tras la muerte de Gesualdo un tiempo más tarde, se insinuó
que estaba su esposa. La leyenda negra que acompaña al personaje habla de que
asesinó al segundo hijo de su primer matrimonio al no ver en el rostro del niño
sus propios rasgos, dudando así de su paternidad; y a su suegro cuando vino a
buscarlo clamando justicia para su hija muerta. No tenemos constatación oficial
de estos últimos crímenes y no sabemos qué hay de atribuible a que fuese principalmente en el Romanticismo, donde todo se exacerbaba, cuando musicólogos
y biógrafos se interesaron por los músicos renacentistas.
Como es
natural, esto pasó factura a la mente de Gesualdo. Sus composiciones extremas
como : moro, lasso, al mio duolo o, Beltà, poi che t'assenti, que más abajo os dejo con la letra original y la traducción, están
compuestas mientras se hacía flagelar por sus sirvientes y coleccionaba
reliquias que su tío San Carlo le proporcionaba para curar sus problemas
mentales.
En este
escenario de vida tormentosa y enfermedad mental, el autor escribía sus propios
textos llenos de belleza, emoción y expresividad y componía la música adecuada
a estos y a otros que no eran de su creación. Utilizando unos pasajes sorprendentes, una música inusualmente expresiva y cromática, considerada por
muchos como una de las más bellas compuestas jamás y, utilizando unas
progresiones que no escucharemos hasta el siglo XIX, este genio y asesino murió
cuando a un sirviente obligado a utilizar
el látigo se le fue la mano.
Come ne porti il cor; porta i tormenti.
Chè tormentato cor può ben sentire
La doglia del morire,
E un'alma senza core
Non può sentir dolore.
Belleza, ya que te ausentas,
Y te llevas el corazón; lleva contigo también los tormentos.
Que un corazón atormentado bien puede sentir
El intenso dolor del morir,
Mas un alma sin corazón
No puede sentir dolor
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